Knox tenía una enorme fascinación por el cuerpo humano y los modos en que éste funciona; era reconocido por sus grandes trabajos en el campo de la anatomía y se lo consideraba un gran entusiasta de la disección práctica, brindando numerosos conocimientos sumamente relevantes en el campo de la medicina.
Pero además de ser recordado por sus grandes aportes a estos ámbitos de la ciencia, Knox es especialmente recordado por un hecho muy peculiar, turbio y poco ético: la compra ilegal de cadáveres, su material de clase, para sus investigaciones. Si bien el robo, la compra y la venta de cadáveres era algo común en ésta época, interesa la forma en la que Knox desarrollaba las transacciones y obtenía sus objetos de estudio, mediante asesinatos premeditados con los asesinos William Burke y William Hare, despiadados criminales con los que Knox tenía varios acuerdos.
Los asesinatos de Burke y Hare
Hasta la década de 1830, los únicos cuerpos disponibles para el estudio y legalmente otorgados a la comunidad científica en pos del desarrollo de nuevos conocimientos sobre el cuerpo humano era el de los asesinos ejecutados. Sin embargo, por más abundantes que podamos imaginar a los condenados, los criminales que eran sentenciados a ejecución para entonces constituían casos excepcionales, no se correspondían con la demanda necesaria para la realización de disecciones médicas por parte de los anatomistas y además, los cadáveres resultaban poco útiles después de la ejecución, debido a las lesiones que quedaban en el cuerpo.
En otras palabras, conseguir un buen cadáver para su estudio y hacerlo bajo los términos previstos por la ley era algo mucho más difícil de lo que uno puede imaginar. Por ello, era de lo más común que desde la comunidad científica se hicieran pactos ilegales con criminales, saqueadores de tumbas (en muchas ocasiones los propios anatomistas saqueaban las tumbas) o incluso asesinos, como es el caso de Burke y Hare.
William Burke y William Hare dieron un paso más allá, alcanzando una verdadera élite del mercado de cuerpos, convirtiendo el asesinato y la posterior venta de las víctimas en toda una actividad empresarial. El dúo era el mejor en lo suyo y entre 1827 y 1828, Burke y Hare asesinaron como mínimo a 16 personas del vulgo, saludables y simples civiles de West Port (por ello el caso también se conoce como los asesinatos de West Port).
Teniendo en cuenta todas consideraciones del Dr.Knox, los asesinos desarrollaron un peculiar método de asfixia para asesinar a sus víctimas, al cual hasta le dieron varios nombres, como “burking” o “el método Burke”. El mismo constaba en ejercer una intensa y violenta presión sobre el pecho de la persona para provocarle la muerte por asfixia y así mantener el cadáver en las condiciones más propicias para su posterior estudio.
En 1828, cuando se descubrió el negocio, Knox no fue citado a declarar, Hare logró dar pruebas suficientes como para quedar en libertad y Burke fue posteriormente sentenciado, ahorcado y disecado. Poco después surgieron nuevos datos que hicieron sospechar de Knox nuevamente, pero luego de alegar que en realidad desconocía el verdadero origen de los cadáveres que los asesinos le vendían (a un precio de entre € 8 y € 10), se mudó a Londres en 1842 y se convirtió en anatomista patológico del Royal Marsden Cancer Hospital de Brompton.
Todo lo acontecido llevó a las autoridad británicas a flexibilizar las leyes en pos del desarrollo científico y el trabajo de los médicos. En la actualidad, el trabajo de Knox es ampliamente reconocido por sus grandes aportes a la medicina y la siniestra forma en la que se desarrolló el caso marcó la historia, dando lugar a numerosas creaciones ficticias e incluso adaptaciones cinematográficas de los hechos.
Vía Ojo Científico
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