Un mesonero de apellido Boulanger abrió una casa de comidas y colocó un letrero en el que se leía (en latín vulgar): VENITE AD ME OMNES QUI STOMACHO LABORATIS ET EGO RESTAURABO VOS. "Venid a mi casa hombres de estómago cansado y yo os restauraré ". De esa última palabra del eslogan derivaría el término 'restaurante'.
La frase tuvo tanto éxito que desde entonces las casas de comidas pasaron a llamarse "restaurantes". Y casualmente, en Francia, las pastelerías se llaman "Boulangeries".
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