La incapacidad para experimentar el orgasmo, sola y/o con la pareja, es un problema femenino frecuente. Conocido científicamente como disfunción orgásmica o anorgasmia, implica una inhibición específica de la fase orgásmica de la respuesta sexual. Se habla de una disfunción orgásmica primaria cuando la mujer nunca experimentó un orgasmo; y cuando la dificultad aparece luego de un período en el que sí fue capaz de alcanzarlo nos hallamos ante una disfunción orgásmica secundaria. A su vez, la disfunción orgásmica puede ser absoluta - si la mujer es incapaz de alcanzar un orgasmo, sea por coito o por estimulación clitorídea, bajo ninguna circunstancia – o situacional - si sólo lo alcanza en ciertas circunstancias específicas.
Las mujeres que no alcanzan el orgasmo se excitan, gozan y lubrican abundantemente. Algunas, al no alcanzar el orgasmo se siente desamparadas y deseosas por acceder a lo que suponen que el resto de las mujeres alcanzan; la posibilidad de un nuevo encuentro sexual les produce angustia, miedo de volver a fracasar y esto hace que eviten las relaciones. Otras por temor a dejar de ser amadas intentan complacer a su compañero de un modo tal que no registran sus propias sensaciones y, en consecuencia no alcanzan el orgasmo.
Las mujeres alcanzan el orgasmo mediante la autoestimulación, la estimulación manual y a veces oral de su pareja pero no durante el coito. Mas aún: alcanzarlo durante el coito sólo como resultado de éste constituye una experiencia excepcional. Erróneamente algunos hombres y mujeres suponen que si no se logra durante el coito es síntoma de algún problema emocional o físico. Esta creencia lleva a todo tipo de preocupaciones por cosas tales como el tamaño del pene (demasiado grande o demasiado pequeño), el de la vagina, el del clítoris, dudas referentes a la relación como tal, y a uno/a mismo/a como persona.
El supuesto imperativo de practicar el coito cada vez que se realiza un “juego sexual” cohibe a muchas mujeres. Julia de 40 años me relata: “Con mi primer marido, el que yo consiguiera tener un orgasmo llegó a ser la única meta de cada una de nuestras relaciones sexuales; en esas circunstancias me era casi imposible lograrlo. Al final yo trataba de evitar las relaciones sexuales. Después me separé. En cambio, con Norberto todo cambió: es muy cálido y le gusta abrazarme o tocarme sin que ello signifique una exigencia sexual. Por el contrario nuestro juego es divertido e impredecible”.
Pero lo importante es saber que se trata de un problema sexual con solución, a través de las llamadas terapias sexuales, psicoterapias focalizadas, breves y de resolución sintomática, a través de las cuales se trata de lograr que la mujer se entregue a la experiencia sexual sin temores ni culpa, cambiando el sistema sexual con el cual se mueve. Logrará así crear un ambiente no exigente, relajado y sensual, que permita el natural transcurrir de su respuesta sexual.
Lic. Diana M. Resnicoff
Psicóloga clínica. Sexóloga clínica.
04/04/2011
Fuente: minutouno.com.ar