Por cada 16 horas de pedaleo, las autoridades reducen 1 día de condena. Así de sencilla resulta la ecuación.
“Aunque el programa no es obligatorio, no hay necesidad de dejarlo de hacer. Todos salen beneficiados”, comenta el director del penal. “Yo solía ser un gordito, pero con el pedaleo he perdido cerca de 40 kilos”, dice un recluso mientras presume su físico.
Debido a la gran aceptación del programa, las autoridades del penal planean instalar más bicicletas para que más reclusos se unan a este ingenioso programa de salud social.
En una pequeña región de Ruanda sucede algo similar. La energía de la ciudad se suministra a través del incesante pedaleo de sus habitantes.
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Fuente: ecoosfera.com
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