La naturaleza del amor, se ha creído casi desde siempre, es por esencia indomable, una potencia que sin explicación ni aviso toma a una persona y la convierte en su títere, su siervo, un guiñapo que obedece a mandamientos irracionales que lo único que persiguen es la satisfacción de un deseo, de una pasión.
Y quizá por esto mismo, en la historia no han sido pocos los esfuerzos por intentar controlar al amor, lo mismo con métodos mágicos que por otros pretendidamente científicos y totalmente racionales.
Entre estos destaca una serie de pruebas ideadas por Hugo Gernsback (inventor y escritor estadounidense nacido en Luxemburgo) en la década de 1920 y publicada en la revista Science and Invention y según las cuales sería posible determinar si un matrimonio fallaría o tendría éxito. Según Gernsback, con 4 exámenes sería posible saber si una pareja terminaría amándose hasta el final de sus días o si, por el contrario, no se soportarían ni durante una corta temporada.
El primero de estos era un examen de atracción física, el factor más importante en el amor, según Gernsback, mesurable por medio de unos electrodos que registraban el pulso de la persona y con la adición de un manómetro y un estilo, mostraban las variaciones en el ritmo respiratorio y la velocidad del pulso cardiaco cuando se besaba a la supuesta persona amada, señales físicas que, cuando positivas, se consideraban pruebas de atracción amorosa.
Seguía el examen de simpatía, en el cual se obligaba a uno de los cónyuges a mirar a su pareja en una situación crítica, por ejemplo, una hemorragia severa. Si el espectador se mostraba inquieto, con contracciones musculares y respiración agitada, entonces esto significaba que había simpatía suficiente por el ser amado.
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Fuente: pijamasurf.com | Smithsonian
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