Estas primeras armas de fuego, ligeras o portátiles, consistían en un tubo metálico, cerrado por un extremo, llamado "culata" y en la parte superior de esta existía un orificio, el fogón. Por el extremo abierto se introduce la pólvora, el o los proyectiles, y un tapón de estopa o papel, se comprimía a golpes de baqueta y así cargada se llenaba con pólvora el fogón y, tras apuntar lo más precisamente posible, se acercaba al pequeño orificio una mecha o un carbón encendido, el cual comunicaba el fuego al interior del arma produciendo el disparo.
La palabra pistola parece provenir de Italia, del nombre que se le dio a un pequeño puñal fabricado en Pistola, ciudad Toscana ubicada cerca de Florencia. Así se denominó, en el siglo XV, a las primeras armas manuales de fuego, pues se las empuñaba igual que a una daga o cuchilla. De hecho algunas de las primeras pistolas eran un híbrido entre una pistola de chispa y una daga lo cual daba a estas singulares armas un doble poder mortal.
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