La llamaban así porque sus habitantes pasaban el día pidiendo limosna y trapicheando por la ciudad fingiendose ciegos o inválidos, y de noche, en los callejones familiares de su barrio, recuperaban "milagrosamente" la salud. Esta Corte constituía un mundo aparte, con su propio lenguaje y sus reglas, basadas en la solidaridad entre sus miembros.
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