Aunque para el año 1827 el país azteca había procurado un convenio de entendimiento que regulara la futura relación con Francia, llamado "Declaraciones Provisionales", todavía para el año 1838 y debido a que el embajador francés, el barón Deffaudis difería con dos de los artículos contenidos en dicho acuerdo, la declaración no había sido firmada.
Al mismo tiempo y a consecuencia de la inestabilidad por la cual atravesaba México, los comerciantes y artesanos franceses que hacían vida en ese país, elevaron sus quejas al barón Deffaudis exigiendo indemnización por parte del gobierno mejicano por los daños sufridos a causa de la inestabilidad socioeconómica. Entre las quejas, destacó la del dueño de un restaurante en el cual oficiales del presidente Santa Anna habían dañado sus instalaciones y comido pasteles sin pagar. Por este incidente en particular el conflicto adquiere el nombre de “guerra de los pasteles”.
Como resultado de los desacuerdos y de estas exigencias, el embajador Daffaudis abandona su misión diplomática y tras transmitir las quejas a Francia, regresa a México con diez barcos de guerra que apostados en las costas de la isla de Sacrificio en Veracruz, amenazaban con invadir ese país si éste no cumplía con lo exigido por el gobierno francés en un ultimátum cuyo plazo expiraba el 15 de abril de 1838.
Ante la negativa del gobierno mejicano de negociar con presencia militar francesa en sus costas, el almirante a cargo, mantuvo más de 6 meses todos los puertos mejicanos bloqueados y con la marina mercante confiscada, razón por la cual ambos países rompen relaciones.
El 27 de noviembre de 1838, se lleva a cabo la Batalla de San Juan de Ulúa y el 30 del mismo mes México le declara la guerra al rey de Francia. Para el 9 de marzo de 1839 se firma un tratado de paz con el cual Francia devuelve las naves mejicanas y declina la exigencia de indemnización, al tiempo que México sí se comprometió a pagar pero no a mantener las garantías para los franceses en su territorio.
Seguir a @Culturizando
Tweet