Y cuando dirigen sus hocicos al trasero de otro perro, lo que hacen es recolectar un montón de información sobre el otro animal, desde lo que come hasta su género o su estado emocional.
Es algo así como conversar a través de la química. De hecho, este es solo un ejemplo entre muchos de comunicación química en el reino animal.
En 1975, el investigador George Preti, experto en feromonas y olores humanos del Centro Monell de Química de los Sentidos, estudió las secreciones anales de perros y coyotes e identificó los componentes principales de las secreciones que producen las glándulas alojadas en dos pequeñas bolsas llamadas sacos anales.
Este lenguaje químico, observó Preti, está compuesto de trimetilamina y varios ácidos grasos volátiles, y el aroma puede cambiar de acuerdo a la genética y el sistema inmunológico del animal.
Pero además, lo interesante es saber cómo hacen los perros para percibir y procesar este "mensaje" químico. Los canes, explican los expertos de la ACR, tienen un sistema olfativo auxiliar llamado órgano de Jacobson o vomeronasal.
Diseñado específicamente para la comunicación química, este órgano tiene sus propios nervios que se comunican directamente con el cerebro.
Por lo tanto, no hay interferencias de otros olores y el órgano de Jacobson puede dedicarse sin distracciones a leer las "tarjetas de presentación" químicas de sus amigos perros.
Con información de Quo Mx
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