Sucre, además de contribuir con la independencia de varios países de la región, fue quien con el triunfo en la batalla de Pichincha en 1822, afianzó la independencia de la Gran Colombia. Fundó la República de Bolivia y redactó su constitución. El General en Jefe del Ejército de la Gran Colombia y Comandante del Ejército del Sur, también ejerció funciones como presidente de Bolivia y Gobernador de Perú.
Las habilidades de Sucre iban mucho más allá de lo militar, su gran talento como estratega y diplomático fueron evidenciados a través de tratados y armisticios que no sólo lograron la independencia en más de una nación, como por ejemplo El Armisticio de Santa Ana, el cual le permitió a Simón Bolívar el tiempo necesario preparar la Batalla de Carabobo, y asegurar la independencia de Venezuela, sino que también estableció una referencia en derecho internacional al instaurar el trato humanitario a los vencidos por los vencedores en una guerra.
Sin embargo, sobre la muerte de El Gran Mariscal se conoce que fue premeditada, pues en periódicos de la época se especulaba sobre su fallecimiento días antes de que este fuera un hecho. Según propias palabras del Libertador Simón Bolívar, con la muerte de Sucre se estaba eliminando a su sucesor. La marquesa de Solanda, esposa de Sucre llevó sus restos mortales a Quito. En 1832 fueron llevados a la capital ecuatoriana, al Convento del Carmen Bajo. En 1900, fueron finalmente ubicados en la Catedral Metropolitana de Quito, donde ocupan una capilla.
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