A veces ese rechazo se hace de modo expreso, y otras en forma tácita, a través de acciones que así lo demuestran, de menosprecio o humillación hacia las mujeres por parte de un jefe, de un padre, de un marido, de un hermano o de un supuesto amigo, que las trata como objetos.
Comúnmente se confunde a la misoginia con una forma extrema de sexismo y aun de machismo: la misoginia no consiste en ser partidario del predominio del hombre sobre la mujer, sino en pensar que el hombre debe liberarse de cualquier tipo de dependencia del género femenino. La mujer, y como consecuencia la concepción y la familia, son consideradas como aberrantes y rechazables, o en todo caso, tal vez buenas o necesarias para otros, pero no para uno mismo.
Algunas épocas de diversas civilizaciones han sido más misóginas que otras; pero la raíz de la misoginia moderna es doble; por un lado, griega, a través de mitos como el de Pandora y de monstruos femeninos altamente simbólicos como las Sirenas, las Arpías, Escila y Caribdis o la Esfinge, o de filósofos como Aristóteles, quien escribió que las mujeres eran biológicamente inferiores al varón. En el Medievo el cuerpo desnudo de la mujer era contemplado en el arte como sinónimo de Eva y el pecado original, mientras que en el Renacimiento aparecía como Venus o representante del goce epicúreo de la vida. Alfonso X el Sabio consideraba a la mujer "la confusión del hombre, bestia que nunca se harta, peligro que no guarda medida".
Algunos célebres misóginos: Aristóteles, Semónides de Amorgos, Juan Manuel, Alfonso Martínez de Toledo, Arthur Schopenhauer, Jaume Roig, Francesc Eiximenis, Pere de Torroellas, Íñigo de Mendoza, Marqués de Santillana, Ambrosio de Montesino, Rodrigo de Reinosa, Nicolás Maquiavelo, Pío Baroja, Friedrich Nietzsche, Francisco Umbral, Pilar Primo de Rivera, Alfred Hitchcock, Otto Weininger.
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