En la Universidad de Princeton ignoró la mayor parte de los estudios; en cambio aprendió de escritores y críticos como Edmund Wilson, del que fue amigo durante toda su vida. En 1917 abandonó Princeton para hacer el servicio militar y en los campamentos de entrenamiento revisó el primer borrador de su novela, titulada en un principio "El egoísta romántico", que se publicó como A este lado del paraíso (1920). Mientras estaba en el campamento en Alabama se enamoró de Zelda Sayre, de 18 años, que como la flapper arquetípica pasaría, al igual que él, a formar parte integral de su narrativa.
Publicada en la primavera de 1920, A este lado del paraíso, le convirtió en un hombre rico y pudo casarse con Zelda, amante del lujo y la alta sociedad. En esta novela autobiográfica, la desilusionada juventud de la generación de la posguerra vio reflejados sus sueños rotos y sus vidas vacías e indecisas. Hermosos y malditos (1922), una novela de costumbres que narra las ansiedades y disipaciones de una pareja de ricos, no resultó tan popular como la primera, pero sus relatos tuvieron un gran éxito y con ellos pagó su estilo de vida extravagante y lujosa con Zelda.
De los más de 150 cuentos que escribió, escogió 46 para reunirlos en cuatro libros: Jovencitas y filósofos (1920), Cuentos de la edad del jazz (1922), Todos los hombres tristes (1926) y Toque de diana (1935). En 1924 los Fitzgerald dejaron su casa de Long Island y se trasladaron a la Riviera francesa; no volvieron de forma permanente hasta 1931. En cinco meses terminó El gran Gatsby (1925), una fábula sensible y satírica sobre la persecución del éxito y el colapso del 'sueño americano'.
Aunque está considerada como su obra maestra, se vendió mal, acelerando así la desintegración de su vida personal. A pesar del deslizamiento de Zelda hacia la locura (estuvo hospitalizada periódicamente desde 1930 hasta su muerte en 1948) y de la suya en el alcoholismo, continuó escribiendo sobre todo para las revistas. Hasta 1934 no apareció su cuarta novela, Suave es la noche, un relato apenas disfrazado, casi confesional, de su vida con Zelda. Su pobre acogida le condujo a su propia crisis, que narra en los ensayos reunidos por Edmund Wilson con el título de El crack-up (1945).
Fitzgerald se recuperó lo suficiente como para trabajar escribiendo guiones de cine en Hollywood durante 1937, una experiencia que inspiró su última y más madura novela, El último magnate (1941). Aunque inconclusa por su muerte el 21 de diciembre de 1940 en Hollywood, la brillantez de esta novela impulsó a los críticos a revalorizar el talento de Fitzgerald y a reconocerle como uno de los mejores escritores estadounidenses del siglo XX.
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Fuente: epdlp.com
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