Apoyándose en los principios físicos de la mecánica cuántica y calculando el peso y la densidad necesarios para cumplir con las características típicas de un fantasma, llegó a sorprendentes conclusiones:
• Son tan livianos, que la única manera de observarlos es con muy poca iluminación, ya que todo objeto iluminado recibe una presión por parte de la luz. Esa presión de la luz arrojaría al fantasma inmediatamente fuera de nuestra vista, lo cual coincide con los testimonios y explica por qué les gusta tanto la oscuridad.
• La masa de un fantasma debe ser minúscula, muchísimo menor que la de un solo electrón (un billonésimo de billonésimo de millonésimo de gramo). Se necesita una cantidad de energía ínfima para acelerarlo a velocidades cercanas a la de la luz. Una palabra cerca de él alcanzaría para enviarlo fuera del sistema solar en pocas horas.
• Bastaría una temperatura cercana a los 20 grados centígrados para que el fantasma alcance velocidades hasta del 70% de la de la luz. De hecho, muy pocos fantasmas podrían ser vistos a temperaturas superiores a los 273 bajo cero.
@LaNotaCuriosa
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