Rivera busca incesantemente establecer un estilo propio. Después de estudiar los frescos italianos del renacimiento, termina por configurar uno personal que hace revivir la pintura sobre muro.
Vuelve a su país para mostrar al mundo que aun hay espacio para los pioneros del arte que desean mostrar nuevas formas de expresión. No cabe duda que Rivera, en el siglo 20, es el gran impulsor de la evolución en la pintura desde el impresionismo clásico a uno renovado que utiliza otra técnica de pincelada y conserva la característica de pintar lo que está en la memoria del artista más que pintar la realidad exacta. Esto último clasifica a Rivera como de escuela impresionista, sin embargo va más allá de eso.
Utiliza su arte sin el propósito de deslumbrar al observador con la profusión de detalles. Rivera es directo, claro y mágico. Lo que muestra en sus obras es imposible de mal interpretar. A primera vista el estímulo es fuerte, sin embargo, a pocos segundos, los cuadros de Rivera hacen brotar sentimientos y juicios que él premeditamente provoca con mensajes sublimes apostados en la gráfica.
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