Este primitivo mecanismo consistía en un cajón coronado por dos bombillas, una verde y otra roja, instalado en su escritorio. A cada respuesta del interrogado, el policía pulsaba un botón disimulado bajo la mesa que hacía encenderse una de las dos luces según la respuesta le pareciese verdadera o falsa. Keeler adaptó esa idea y diseñó un mecanismo que determinase, con el menor margen de error que fuera posible, cuándo un interrogado decía la verdad.
El aparato que finalmente patentó combinaba tres instrumentos médicos: un cardiógrafo (que registra las pulsaciones y la presión sanguínea), un neumógrafo (que registra el ritmo respiratorio) y un galvanómetro (que mide la resistencia eléctrica de la piel). A ello añadió varios sensores, un amplificador y un mecanismo que movía una aguja entintada, mediante el que reproducir gráficamente las diversas variables y permitir así su análisis posterior.
Por Ángel Daniel Fernández @andafero
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