Al parecer, aquellos primeros linchamientos se efectuaban sentando al acusado sobre un caballo, con una soga anudada al cuello, y dejándolo abandonado en aquella postura. Cuando el caballo sentía hambre o sed, naturalmente se marchaba del lugar, descabalgando al infeliz acusado, que consecuentemente moría ahorcado. De esta manera, se eludía la responsabilidad directa de los linchadores en la muerte del acusado.
Por Ángel Daniel Fernández @andafero
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