El equipo de Luby realizó IRM cerebrales de 145 niños de 6 a 12 años de edad a quienes se había dado seguimiento desde el periodo preescolar. Se hallaron unos cerebros más pequeños entre los que vivían en la pobreza en sus primeros años, descubrieron.
Esto incluyó un hipocampo, una parte del cerebro que desempeña un papel importante en la memoria, de menor tamaño. Los efectos de la pobreza sobre el tamaño del hipocampo se vieron influidos por la calidad de la atención recibida por los niños, apuntaron los investigadores, más los efectos de los eventos vitales estresantes. Esos factores estresantes podrían incluir mudarse con regularidad, tener padres que peleaban o la muerte de un ser querido, señalaron los investigadores.
Según el grupo de Luby, los hallazgos resaltan la importancia de ayudar a los padres a proveer a los niños con una atención de alta calidad. Unos programas preescolares que provean una buena atención complementaria y un refugio para los niños pequeños vulnerables podrían formar parte de esa ayuda.
"Los padres pueden responder menos a nivel emocional por una variedad de motivos", planteó Luby. "Quizás tengan dos trabajos o con frecuencia tengan dificultades para comprar comida. Quizás vivan en un ambiente inseguro. Podrían enfrentarse a fuentes de estrés, y quizás algunos no tengan la capacidad de invertir tanto en una crianza comprensiva como los padres que no tienen que vivir en medio de esas circunstancias adversas".
Charles Nelson, de Hospital Pediátrico de Boston y de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, escribió un editorial que acompaña al nuevo estudio. Considera que los hallazgos muestran cómo las dificultades en el desarrollo temprano pueden afectar a la estructura del cerebro de un niño.
"La exposición a las adversidades al principio de la vida debe considerarse no menos tóxica que la exposición al plomo, el alcohol o la cocaína, y como tal, amerita una atención similar de las autoridades de salud pública", concluyó Nelson.
El estudio aparece en la edición en línea del 28 de octubre de la revista JAMA Pediatrics.
Fuente: HealthDay, traducido por Hispanicare
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