Ahora, los científicos creen que han hallado una pista importante de por qué ocurre esto.
Trabajando con ratones, los investigadores afirman que han descubierto cómo el estómago se comunica con los centros de recompensa del cerebro, y cómo las dietas ricas en grasa pueden interrumpir esta comunicación y conducir potencialmente a que se coma en exceso y a la obesidad.
El estudio, que fue publicado en línea el 15 de agosto en la revista Science, también halló que las dietas ricas en grasas realmente llevaron a los ratones a que despreciaran su comida normal, con poca grasa.
"Las implicaciones en los seres humanos son inmensas", afirmó Paul Kenny, profesor de farmacología en el Instituto de Investigación Scripps en Jupiter, Florida.
"Usted intenta perder peso. Tiene una dieta deficiente e intenta ajustarla, [pero] su cuerpo y su cerebro al unísono dicen: 'No, no queremos ese tipo de comida'", señaló Kenny, que no participó en el estudio. "Esas papas fritas son literalmente sus enemigas. Y por eso es muy probable que se fracase".
El hecho de comer alimentos (sobre todo los ricos en grasa) desencadena la liberación de la dopamina, la sustancia química cerebral que hace que nos sintamos bien.
Los estudios anteriores han hallado que conforme las personas y los ratones se vuelven obesos, el sistema cerebral de la dopamina deja de funcionar adecuadamente. Comer se vuelve algo que aporta una recompensa menor.
A medida que la comida se vuelve menos estimulante, una teoría mantiene que las personas necesitan comer cada vez más para sentirse satisfechas, lo que crea un círculo vicioso de aumento de peso y comer en exceso.
Pero los investigadores nunca han entendido realmente por qué o cómo ocurre esto, o, lo que resulta crucial, cómo detenerlo.
Para el nuevo estudio, los investigadores observaron a dos grupos de ratones. El primer grupo fue alimentado con una dieta normal y baja en grasa. Al segundo grupo se le asignó una dieta rica en grasa. Los investigadores alimentaron a los ratones con catéteres que llegaban directamente a su estómago para eliminar cualquier influencia del sabor o del hecho de masticar los alimentos.
Tal y como se esperaba, los ratones que consumían una dieta rica en grasa producían menos dopamina en el cerebro. Pero, sorprendentemente, también produjeron una señal más baja de la presencia de lípidos (grasa) llamada oleiletanolamida (OEA) en el intestino.
La OEA juega un papel importante en la digestión, afirma la experta que identificó por primera vez la señal.
"Evita la ingesta de grasa excesiva", afirmó Daniele Piomelli, profesora de anatomía y neurobiología en la Universidad de California, Irvine.
Cuando los investigadores les dieron a los ratones con la dieta rica en grasa una infusión de OEA, también crearon más dopamina en el cerebro, lo que sugiere que la señal también juega un papel importante en el valor que tienen los alimentos como recompensa.
"El hecho de que este compuesto esté conectado con los centros de recompensa del cerebro es algo hermoso y tiene sentido, ya que todos los mecanismos de supervivencia dependen de la recompensa", comentó Piomelli, que no participó en el actual estudio.
Cuando los humanos cazaban y recolectaban la comida, tendría sentido que la sensación de comer grasa supusiera una gran recompensa para el cerebro.
"La grasa está presente de forma escasa en la naturaleza. No en nuestras neveras, pero sí en la naturaleza", señaló Piomelli. "Es muy importante para el cuerpo ser capaz de comer las pequeñas cantidades que encuentra en la naturaleza y ser capaz de absorberlas completamente. Eso es lo que hace este compuesto".
Ahora que es difícil escapar a la grasa dietética, este bucle de retroalimentación ancestral podría estar funcionando en contra de los seres humanos.
"Sabemos que las personas que tienen problemas a la hora de producir la OEA de las señales de la presencia de lípidos tienden a volverse obesos más mórbidos", comentó Piomelli.
Pero el estudio también muestra que podría haber esperanza en el horizonte para los que se sienten frustrados con las dietas.
Los ratones con una dieta rica en grasa a los que se les dio infusiones de OEA perdieron peso y empezaron a mostrar un mayor interés en los alimentos con poca grasa, lo que sugiere que el componente hace que el cerebro sea más sensible a cantidades más bajas de calorías en los intestinos, afirmó el investigador Ivan de Araujo, profesor asociado de psiquiatría en la Universidad de Yale.
Los expertos dicen, sin embargo, que los resultados de los estudios con animales a menudo no son iguales en los humanos.
Todavía está por verse si los medicamentos que estimulan la producción de OEA podrían algún día ayudar a que el requesón tenga una recompensa tan grande para el cerebro humano como el pastel de queso.
"No sabemos si esto se podría trasladar con éxito a los seres humanos", añadió.
Fuente: HealthDay, traducido por Hispanicare
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