Durante el siglo XVII, el vocablo secta empezó a caer en desuso, se lo vinculaba más con la religión, para entonces ‘partido’ se consolidaba en el lenguaje político, adquiriendo el significado que tenía antiguamente la palabra ‘secta’. De ahí, la idea de ruptura, partición, concepto que en sí tiene una carga negativa. En este punto, ‘partido’ y ‘facción’ comenzaron a confundirse conceptualmente. Sin embargo, en sentido etimológico no significan lo mismo. Facción, que es una palabra más antigua y cimentada que partido, viene del verbo latino facere (hacer, actuar) y con el tiempo llegó a significar un grupo político con inclinaciones desestabilizadoras y nocivas (factio).
Para entonces, los romanos usaban el término factio, factionis para expresar la idea de partido. Al miembro de un partido político lo llamaban factiosus, faccioso. Ya entonces este término lo usaron también para referirse al intrigante, al revoltoso, al perturbador. Aquí vemos cómo desde un principio, la palabra partido tuvo una carga menos negativa que el vocablo facción.
El primer pensador político que desenmarañó la confusión terminológica y conceptual que rodeaba a la palabra ‘partido’, fue Edmund Burke, quien estableció que mientras el partido tiende a buscar el bien nacional, la facción tiende a favorecer intereses individuales, y por lo tanto, será más proclive a buscar y utilizar fuentes de financiamiento sospechosas vinculadas a intereses sectarios, grupales o individuales, no nacionales.
@LaNotaCuriosa
Fuente: brendayenerich.escritoresdepinamar.com
Tweet