Así como el hambre es una reacción orgánica que evolucionó hasta convertirse en un motivo para buscar comida y continuar vivos, con la soledad ocurre lo mismo. Somos seres sociales, y el sentimiento de tristeza que sentimos cuando no estamos acompañados nos impulsa a crear vínculos sociales.Sin embargo, la lógica de la soledad no termina allí. Según John Cacioppo, psicólogo de la Universidad de Chicago, la soledad se esparce como un virus entre las personas, y cuando un individuo se torna solitario es muy probable que los que lo rodean se contagien de él y comiencen a mostrar tendencias solitarias.
La conclusión se extrae a partir de un estudio estadístico realizado por el investigador, en el que se realizó un seguimiento de 5000 individuos quienes debieron rellenar cuestionarios cada dos años que medían su depresión y soledad. Además, se midió también la soledad de los allegados al voluntario, con el fin de analizar también su red social.
Así, se observó que la soledad de un individuo depende no sólo de sus amigos, sino que también de la de los amigos de sus amigos, y también de la de los amigos de los amigos de sus amigos.
Claramente hay aquí detrás un mecanismo que opera amenazando nuestras básicas tendencias a integrar grupos sociales. Cuando una persona transmite el virus de la soledad el grupo corre peligro, y de hecho los grupos intentan integrar a estas personas censurando su comportamiento solitario para evitar su difusión.
@Culturizando
Fuente: ojocientifico.com
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