El objetivo de la Compañía C era eliminar a las tropas del 48º batallón del Vietcong, que según los servicios de inteligencia, tenían su base en una aldea denominada en clave como My Lai-4.
Tras descender de los helicópteros en el área designada y no encontrar resistencia, el capitán Ernest L. Medina ordenó un movimiento envolvente para tomar la aldea, la 2ª sección avanzaría desde el norte, mientras, la 1ª sección entraría en el poblado por el sur. Tras llegar a su destino sin encontrar rastro del enemigo, la 2ª sección empezó, sin motivo evidente, a abatir a los campesinos que se encontraba a su paso, arrasando la mitad norte del poblado, arrojando granadas dentro de las chozas y matando a los vietnamitas que salían de ellas. Las mujeres jóvenes fueron violadas para después ser asesinadas fríamente. Tras acabar con todo ser vivo, la 2ª sección se trasladó 30 minutos después al poblado de Bihn Tay, donde continuaron las violaciones y matanzas de civiles.
Mientras tanto, la 1ª sección, bajo las órdenes del teniente William L. Cassey emulando a sus compañeros de la 2ª sección, arrasó la zona sur de My Lai, disparando a todo lo que se movía y violando a las mujeres para después ejecutarlas sádicamente. Ni siquiera el ganado se salvó, los soldados norteamericanos acabaron con los animales y quemaron los cultivos y chozas.
Todos los aldeanos que habían sobrevivido a los primeros ataques fueron reunidos en una acequia de regadío. Mientras se les mantenía allí dentro, el teniente Cassey empezó a interrogarles sobre las posiciones del Vietcong. Mientras el teniente interrogaba a un monje budista, un niño de unos 2 años de edad salio de la zanja de la acequia, el teniente lo arrojó dentro de la zanja y le mató de un disparo. Tras eso y cansado del interrogatorio ejecutó al monje y ordenó a un soldado que abatiera a los prisioneros con su ametralladora, el soldado se negó, y Cassey le apuntó con sus fusil M-16, amenazando con matarle por desobedecer sus ordenes. Tras eso todos los soldados desataron una lluvia de fuego sobre la acequia, matando a todos los que estaban dentro, las madres murieron intentando proteger los cuerpos de sus hijos.
El capitán Medina al escuchar el violento fuego, pensó que el enemigo estaba contraatacando y ordenó a la 3ª sección que avanzara hacia el poblado para reforzar al resto de secciones. La 3ª sección “termino el trabajo”, pese a que muchos soldados estaban horrorizados por las escenas del pueblo, remataron a los aldeanos malheridos y terminaron de quemar lo que aún no había ardido.
En total, murieron 347 personas, 100 de ellas en la acequia, todos los muertos eran aldeanos y sus familias: ancianos, mujeres y niños.
El capitán Medina informó que habían contado 90 cuerpos de Vietcong.
El oficial de prensa de la 11ª División anunció que se había dado muerte a 128 enemigos, se habían capturado valiosos prisioneros y se había incautado varias armas. Según el mismo informe, durante la acción, 20 civiles vietnamitas resultaron muertos a consecuencia de “quedar atrapados en el área de batalla”. Las fuerzas norteamericanas sufrieron 2 muertos y 10 heridos en acción, todos por la acción de trampas explosivas que el vietcong había dejado sembradas por la zona excepto un soldado que se hirió en la pierna al tratar de desencasquillar la pistola de un compañero.
Este informe constituía una mentira verdaderamente escandalosa, ya que contabilizaba a las mujeres y niños asesinados como “vietcong”, pero algo tan vergonzoso no podría ocultarse por mucho tiempo, la matanza no quedaría impune ni sería silenciada por el ejército, la fortuna quiso que dos periodistas se encontraran acompañando a la sección de Calley, el fotógrafo Ronald Haeberle y el periodista Jay Roberts. Ambos, fueron testigos directos de la matanza y sus relatos son estremecedores:
“Minutos después de entrar a My Lai, un soldado apuñaló con su bayoneta a un granjero vietnamita de mediana edad, sin ninguna razón aparente. Luego, mientras la víctima estaba en el suelo jadeando para respirar, el soldado lo remató. Este mismo soldado agarró después a otro hombre que estaba siendo detenido, le disparó en la nuca, tiró su cuerpo en un pozo, y lanzó una granada M-26 dentro del mismo…
Un soldado encontró a una joven mujer con un niño de unos cuatro años de edad. La obligó a satisfacer sus deseos sexuales mientras apuntaba con su arma a la cabeza del niño, amenazando con matarlo. Otro soldado, que acababa de violar a una joven, la metió el cañón de su M16 en la vagina y apretó el gatillo. Un jefe de escuadra dijo a sus soldados que no le gustaba lo que estaban haciendo, pero que había que cumplir las órdenes. El escenario era un completo caos donde reinaba la confusión, por doquier había gente que corría y gritaba, algunos de los soldados temían ser víctimas de los disparos de sus enloquecidos compañeros.
Dos niños heridos, de una edad aproximada de cinco y ocho años, salieron corriendo y llorando de una choza en llamas, un soldado les disparó a los dos en el pecho y los hombros. Cuando se le preguntó por qué los había matado, el soldado respondió: “Porque ya estaban medio muertos”.
"Tras entrar en la aldea con su grupo de mando y escolta, el Capitán Medina disparó dos veces a una mujer que caminaba por un arrozal, llevando una pequeña canasta de paja, hiriéndola gravemente. El Capitán Medina se acercó a la mujer herida, registró la canasta de paja y encontró dentro abastecimientos médicos, tras eso luego procedió a dispararle dos veces a la cabeza.
Cuando un sargento sudvietnamita que hacia de interprete preguntó al Capitán Medina por qué habían matado a tantos civiles, éste le respondió: “Sargento Minh, no pregunte nada, esas fueron las órdenes.”
Gradualmente, las noticias se fueron divulgando. Los hombres de la Compañía C pregonaban orgullosos su victoria en My Lai. Los Vietcong distribuyeron panfletos denunciando aquella atrocidad y el Ejército investigó con indiferencia los rumores de la masacre, que se habían extendido a través de toda la cadena de mando, pero se decidió que no había fundamentos suficientes para una investigación.
Ronald Ridenhour, oyó también los rumores de la masacre y se interesó por el caso. Reunió a algunos miembros de la Compañía C, entre los que se encontraba el objetor más destacado de aquella atrocidad, Michael Bernhardt. A medida que llegaban los informes, la euforia inicial se iba diluyendo y muchos de los que tomaron parte en ella comenzaron a preguntarse como podrían vivir con aquello que habían hecho cuando volvieran al "Mundo". Sabían que no podían tomar ninguna medida sin provocar que se les acusara de asesinato, pero deseaban hablar con Ridenhour.
Ridenhour reunió las declaraciones, aunque estaba seguro de que si las presentaba al Ejército se volvería a realizar una investigación superficial y otra vez todo quedaría encubierto. No obstante, cuando volvió a casa después de su periodo de servicio, se dio cuenta de que le era imposible olvidar todo lo que había oído. Así que escribió una carta describiendo los testimonios que había reunido y envió 30 copias a los políticos más importantes.
El congresista Morris Udall, de Arizona, presionó al Ejército para que enviara un equipo de investigación a entrevistarse con Ridenhour. Seis meses más tarde y unos dieciocho meses después de la matanza, el teniente Calley fue acusado de asesinato.
El juicio de Calley dividió al país en dos. Los que estaban a favor de la guerra decían que sólo había cumplido con su deber. Los que estaban en contra afirmaban que Calley no era más que un chivo expiatorio, puesto que masacres como la de My Lai ocurrían todos los días, y que eran Jonson, McNamara y Westmoreland quienes debían sentarse en el banquillo. Pero el 80% de los encuestados estaban en contra de su condena.
El jurado salió de la sala el 16 de marzo de 1971 el día del 3er aniversario de la masacre de My Lai, y estuvo deliberando durante dos semanas. Lo declararon culpable de asesinato de un mínimo de 22 civiles. Fue sentenciado a cadena perpetua y trabajos forzados. Más tarde la pena se redujo a 20 y luego a 10 años. Finalmente, fue liberado el 19 de noviembre de 1974, después de tres años y medio de arresto domiciliario: menos de dos meses por cada uno de los asesinatos por los que fue declarado culpable y menos de cuatro días por cada uno de los civiles muertos en My Lai.
Los cargos de asesinato premeditado y de ordenar una acción ilegal -homicidio - en contra de las órdenes de su superior, el capitán Ernest Medina, se redujeron a homicidio impremeditado por no haber sabido mantener bajo control a sus hombres. Como el jurado no creía que Medina estuviese realmente enterado de lo que estaban haciendo sus hombres en My Lai, le llamaron a declarar.
Se presentaron cargos -entre los que había uno de los que sentaron jurisprudencia en Nuremberg, de violación de las leyes y prácticas de la guerra - contra 12 oficiales y soldados más. Sólo cinco fueron llevados a juicio, ninguno fue condenado.
Una docena de oficiales, entre los que se encontraba el comandante de la división de Calley , el general de división Samuel W. Koster, fueron acusados por su participación como encubridores. Ninguno fue declarado culpable.
Calley está convencido de que cumplió con su deber ante Dios y ante la Patria; que era un hombre fiable, leal, servicial, atento, amable, obediente, alegre, valiente, ahorrador, limpio y respetuoso.
Espera pronto una nueva entrega con otro de los @HorroresHumanos, que nunca deben ser olvidados, para así jamás ser repetidos.
@Culturizando
Fuente: Taringa | Senderos de la historia | Wikipedia
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