Es un día único donde los muertos abandonan el plano en que se encuentran, para así visitar este mundo y poder convivir con los seres queridos que aún se encuentran en el plano terrenal. Las familias ponen sus ofrendas con la comida típica de la temporada, pero también agasajan al difunto con los platillos y bebidas que más disfrutaron en vida. La fiesta es alegre y llena de colorido, pero a la vez es un consuelo para la gente, ya que de esta manera los seres queridos que perdieron, aún siguen presentes y son recordados.
Sin embargo, queda preguntarse si realmente sabemos lidiar con la muerte, si podemos asimilar la pérdida de un ser querido de manera pronta, si podemos aceptar la pérdida de vidas humanas por diferentes circunstancias que acontecen a diario. La respuesta es muy compleja y prácticamente individual.
La muerte de una persona cercana afecta en demasía, pero cuando quién fallece es un ser querido y tan cercano como puede ser uno de los padres, un hijo o un hermano, no sólo es dolorosa su partida, sino que lo más difícil de enfrentar es el cambio que esto genera en nuestras vidas. No solamente va a ser la ausencia de la persona, sino que tendremos que reacomodar todo, hábitos, costumbres, horarios, emociones, sentimientos y hasta codependencias.
La muerte puede aparecer en la vida de cualquiera, en cualquier momento y de diferentes maneras. Por ejemplo, existen muertes anunciadas, como las de las personas grandes que se van de este mundo por una muerte natural, la cual es dolorosa, pero al final inevitable. Existen muertes que únicamente son cuestión de tiempo, como las de las personas que han estado viviendo una larga enfermedad, acompañada de una enorme amargura que además de que el enfermo es quién la padece, también es la familia o la gente que lo rodea, quienes sufren y se desgastan física y emocionalmente, son esas muertes donde lo mejor es que la persona se libere de todos los sufrimientos que lo han llevado a padecer una agonía dolorosa.
Por último, están aquellas muertes sorpresivas, las cuales llegan sin avisar, esas que a veces pudieran parecer injustas, son aquellas muertes en donde los seres queridos se quedan muchas veces sin un rumbo, son las que hacen que la vida cambie 180°; en mi opinión, este tipo de eventos son los más dolorosos ya que dejan enormes incógnitas, vacíos, desastres emocionales, y entre la asimilación, la resignación y el retomar el camino, se recorre un pasaje amargo, pesado y doloroso.
La muerte de un familiar cercano es un golpe tan duro en la vida, que nunca se logra superar como tal, sin embargo eso no quiere decir que estemos condenados a ir por la vida derramando amargura, a través del tiempo y la entereza, tal situación es posible de asimilar.
Debemos ser conscientes de que un duelo cruza por diferentes etapas, primero negamos el suceso, puesto q no es posible creer que algo así haya ocurrido, después nos enojamos con la vida, con nuestras creencias, buscamos un culpable y una respuesta, a veces ilógica, para posteriormente comenzar a negociar con nosotros mismos o con nuestro entorno y así empezar a acomodar las cosas y poder darle una explicación a la muerte. Entonces llega la depresión, pero con ella también la resignación, ya que a través de la enorme tristeza comenzamos a asimilar la pérdida. Estas etapas no siguen siempre un orden, podemos fluctuar entre ellas por un tiempo indefinido, hasta llegar en definitiva a la aceptación.
Finalmente, sabemos que es muy difícil sobreponerse a una situación así, pero no imposible, hay que darle tiempo al tiempo, siempre será aconsejable expresarse y no reprimir los sentimientos, no importa que sea ira, decepción o tristeza, siempre hablémoslo, porque hablar es lo que cura.
Al final, los que seguimos en este plano terrenal debemos continuar con los buenos ejemplos que nuestros seres queridos dejaron en nosotros, les podemos dedicar cada logro, cada buena acción que tengamos en la vida y la propia asimilación de su muerte, ya que esa es la mejor manera de seguirlos recordando, ellos solamente se adelantaron y mientras nosotros se lo permitamos, nunca morirán y estarán eternamente vivos en cada rayo de sol, en cada uno de nuestros corazones.
Mabel G. Almaguer Torres para @Culturizando
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