Desde la Prefectura de Akita hasta la estación de Shibuya, Hachikō viajó en tren dentro de una caja durante dos días. Cuando lo fueron a retirar sirvientes del profesor, estos creyeron que el perro estaba muerto.
Cuando llegaron a la casa, el profesor le acercó al perro un vaso con leche, y éste se reanimó. El profesor lo recogió en su regazo y notó que las piernas delanteras estaban levemente desviadas, por lo que decidió llamarlo Hachi (ocho en japonés) por la similitud con el Kanji (letra japonesa) que sirve para representar al número ocho (八).
En principio el perro estaba destinado a la hija del profesor, quien prontamente abandonó la casa paterna al quedar embarazada y casarse para irse a vivir a la casa paterna de su esposo. Así, al comienzo, Hachi iba a ser regalado, pero el profesor pronto se encariñó con el perro al que adoraba enérgicamente.
El perro se despedía todos los días desde la puerta principal cuando Ueno iba al trabajo, y le saludaba al final del día en la cercana estación de Gonzy. Esta rutina, que formó parte de la vida de ambos, no pasó desapercibida ni por las personas que transitaban por el lugar ni por los dueños de los comercios de los alrededores, y todos ellos llegaron a apreciar de forma muy singular el vínculo que llegó a entablarse entre el perro y su amo.
Esta rutina continuó sin interrupciones hasta el 21 de mayo de 1925, cuando repentinamente el profesor Ueno, no regresó en el tren. Había fallecido tras sufrir una hemorragia cerebral mientras impartía clases en la universidad de Tokio.
Hachikō, sin embargo, demostró su lealtad esperando a su amo fielmente en la estación de trenes, día y noche, con frío o calor. Los días, se convirtieron en meses, y los meses en años, y Hachikō sólo esperaba volver a verle.
Así transcurrieron los siguientes diez años de su vida, sentado justo enfrente de la estación.
Conforme pasaba el tiempo, Hachikō comenzó a llamar la atención de empleados y transeúntes en la estación; mucha gente que solía acudir con frecuencia habían sido testigos de cómo Hachikō acompañaba cada día al profesor Ueno antes de su muerte. Fueron estas mismas personas las que lo cuidaron y alimentaron durante ese largo período.
El 8 de marzo de 1935, Hachiko murió de filariasis. Su cuerpo fue encontrado frente a la estación de Shibuya, tras esperar infructuosamente a su amo durante diez años. Sus restos fueron depositados en una caseta de piedra que se construyó al pie de la tumba del profesor Ueno, en el Cementerio de Aoyama, Minmi-Aoyama, Minato-Ku, Tokio. Posteriormente, su cuerpo se recogió para ser expuesto en el Museo de Ciencias Naturales del distrito Tokiota de Ueno tras ser restaurado y disecado.
La devoción que Hachikō sentía hacia su amo fallecido conmovió a los que lo rodeaban, quienes lo apodaron el perro fiel. En abril de 1934, una estatua de bronce fue erigida en su honor en la estación de Shibuya, y el propio Hachikō estuvo presente el día que se presentó la estatua.
La estatua fue destruida durante la Segunda Guerra Mundial, pero se erigió otra en agosto de 1947, que aún permanece y es un lugar de encuentro extremadamente popular, tanto que en ocasiones la aglomeración de gente dificulta el encuentro. También hay una estatua similar en la estación de Odate.
El 8 de marzo de cada año se conmemora a Hachiko en la plaza frente a la estación de trenes de Shibuya.
La conmovedora historia de Hachiko ha inspirado incluso a cineastas. En 1987 se estrenó la película Hachikō monogatari-(ハチ公物語? ), que cuenta la historia de su vida desde su nacimiento hasta su muerte y se imaginó como un reencuentro espiritual con su amo. En agosto de 2009 fue estrenado el remake estadounidense de esta película, titulado Siempre a tu lado. Hachiko (hachiko: A Dog's Story), protagonizada por Richard Gere, donde se narra la historia de Hachiko y su relación con el profesor, pero ambientada en los EE.UU.
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